martes, 2 de marzo de 2010

Visión política en la poesía femenina de Honduras


por Suny del Carmen Arrazola

1. Marco teórico


“Toda obra de arte
es, a la vez, un producto político, histórico, social y moral.
Este producto es el resultado de todos aquellos factores
que se interrelacionan en el mundo del hombre.”
Harold Soberanis


Para tratar el tema que refiera la relación entre política -entendida de manera simple como la “doctrina que trata sobre el gobierno de los estados”-, y poesía o creación artística mediante el uso de la palabra; es necesario esbozar una contextualización histórica cronológica. El vínculo entre arte y política en mujeres, se viene manifestando desde las épocas antiguas. Superadas en número por el quehacer masculino, estas excepciones han marcado –de alguna manera-, un hito hasta nuestros tiempos.

El arte, la poesía, es ante todo un instrumento de difusión social y uno de los modos de expresión más eficaces. En su libro “Arte y Política” Linda Nochlin abre la brecha a un estudio más amplio en este campo, siendo una de las primeras en señalar lo que ella llama un “desplazamiento a oscuras” de la mujer a lo largo de la historia artística, viéndola como sujeto-creador. Este “desplazamiento a oscuras” nos refiere la situación de la mujer-creadora que se desarrolla en sociedades patriarcales y machistas. El énfasis se hace en las asimetrías de la mujer respecto al hombre con el arte y los prejuicios hacia la creación femenina desarrollada dentro de una cultura como puede ser la hondureña. Nochlin nos afirma que el papel artístico de la mujer incita desde “mayor indagación a la indiferencia y muchas veces al rechazo e invalidez”(1). Lo que la autora da a entender es que la mujer ha sido víctima ya que se le ha adjudicado una posición de “objeto” o “cosa”, específicamente en lo que concierne a la utilización de su cuerpo, postulándose como “creación” y no como “sujeto-creador”. Esta visión que busca restituir la posición de la mujer, es enteramente sociopolítica desde el momento en que se basa en los géneros, o en la lucha de géneros. De igual manera, Leticia de Oyuela nos presenta una explicación más histórica de este hecho, cuando afirma que “mujeres que quisieron expresarse, consideradas excepcionales, fueron aquellas llamadas “varonas” o en todo caso, poseedoras de un alma de varón.”(2) juicio que fue emitido por la sociedad hondureña de la época, insertada en una cultura donde el hecho de ser mujer representaba desestimación.

A nivel de toda América Latina, el papel de las mujeres ha sido de suma importancia en los procesos políticos y de reforma de cada país. En nuestro país, el accionar político-artístico de las mujeres no siempre ha ido de la mano, pero hemos tenido destacadas representantes que han respondido a la necesidad de expresión de las mujeres. La lucha de las mujeres por validar sus derechos ha sido cruenta. La consigna “la mitad del poder para la mujer” ha costado sangre y lágrimas. Vivir en sociedades patriarcales ha logrado que el desarrollo artístico-poético en nuestro país, y en general, en todo el continente, haya sido lento y hasta escaso. En 1894 se hace por primera vez la propuesta del sufragio femenino ante el Congreso Nacional, misma que fue rechazada por el Legislativo. Sin embargo, para el año de 1926 se forma la “Sociedad Cultura Nacional”, bajo el liderazgo de Visitación Padilla. Este grupo logró tener una participación activa en el Movimiento Obrero Hondureño y abrió la brecha para la obtención de los derechos políticos de la mujer hondureña. Con la huelga de 1954, las mujeres adquieren, con algunas trabas y limitantes, su derecho al voto. Es hasta 1957 cuando por primera vez la mujer ejerce plenamente el sufragio en Honduras (3)

A lo largo de los diferentes períodos, de una u otra forma, lo único que ha cambiado son los entornos: el empeño de las mujeres de abrirse espacios y formar parte de un quehacer artístico que sirva como manifestación de sus derechos u opiniones enmarcados en una sociedad. Podríamos confrontar, a manera de ejemplo, a dos mujeres de distinto origen y distintas épocas, pero que en esencia fueron protagonistas de luchas similares: La poetisa griega Safo, que fue considerada “la décima musa” debido a la majestuosidad de su obra, llegó a estar exiliada por problemas políticos, ya que siempre estuvo involucrada en confrontaciones con la aristocracia local; y Clementina Suárez –una de las Poetas que forman parte del eje central de esta investigación- que fue una mujer identificada con las luchas políticas y sociales de nuestra Honduras. Ella misma decía que "el escritor no debe ni puede desligarse de las realidades de su pueblo" (4). La figura de Clementina Suárez es, sin embargo, un poco ambigua. Mereció el respeto y la admiración en su época, aunque también se le tildó de elitista por otros autores; pese a ello, la posteridad, que es la única que dicta los juicios finales, la ha convertido en un emblema de las letras hondureñas, convirtiéndola en esa “nueva mujer de Honduras” de la cual habló su biógrafa Janet Gold.

Ahora bien, aunque las representantes han sido pocas en comparación con los del género contrario, han procurado un gran aporte para el desarrollo de nuestras sociedades. Los logros obtenidos gracias a las luchas de grupos de mujeres y los efectos de tales luchas se han cristalizado en leyes que abogan por la apertura en el campo político para la mujer. Estos logros políticos también se reflejan en el accionar cultural de nuestras mujeres. La poesía femenina en Honduras se abre vía en 1865 (5), con Ana Irbazú Guardiola, quien es considerada una pionera del movimiento poético-femenino. Adaluz Pineda de Gálvez enmarca la presencia de la poesía femenina hondureña en tres movimientos o grupos: “El grupo precursor” que se inicia en la segunda mitad del siglo XIX, “el grupo del medio siglo”, y “el grupo contemporáneo” o actual. En nuestros días vemos cómo la visión y la conciencia han crecido en nuestras artistas, dando como resultado una nueva marejada de talento que con su obra renovada, hacen eco y mantienen –con el simple hecho de abrirse campo en el movimiento artístico-poético del país-, los nombres de nuestras predecesoras, elevando la insignia de “MUJER”, creando y formulando estrategias que sigan abriendo espacios y dando fe de que no se pueden generar cambios ni se pueden promover revoluciones de ningún tipo sin la participación de la mujer.

La problemática que ha evitado la libre inserción de las mujeres en el movimiento poético puede analizarse desde varias perspectivas, pero todas vienen a decantar en el mismo discurso que se ha venido manejando en este ensayo: la negación que ofrece el sistema al libre desarrollo, tanto político como intelectual, de las mujeres. Esto, inconscientemente, se ha cristalizado en la apatía o el temor de muchas artistas que han preferido mantenerse a la deriva, o que “no se han atrevido a publicar” (6), como decía Rigoberto Paredes.

El reto es seguir creando espacios de reflexión que inciten a la mujer a inmiscuirse y participar de lleno en el universo cultural del país, motivando así la difusión de obras poéticas que se encuentran aún inéditas. Asimismo, concientizar a la población en general a que continúe en las luchas políticas, ya que sólo de esta manera podremos seguir abriendo caminos hacia la igualdad de derechos y oportunidades en la sociedad. Todo esto sólo puede lograrse generando un movimiento cultural nacido desde el seno del pueblo y no desde las superestructuras o de la “caridad extranjera”; un movimiento unido, amplio y organizado con una propuesta propia, que impulse la producción de poesía femenina de calidad.

2. Un enfoque moral-filosófico

La poesía, la literatura, y en general, el arte, se ha mantenido desde siempre en una eterna pugna. La dicotomía que considera su tarea dentro de dos grupos: “Arte como educación”, que lo define como un producto social que se sirve y sirve a su vez a una sociedad; y el “Arte como expresión”, o lo que se conoce como arte por el arte, que no está revestido con ninguna ideología. La sociología de la literatura nos señala que la poesía no puede estudiarse sino es bajo la lupa social. La poesía, es pues, un espejo que nace desde las masas, de las vivencias colectivas, de la realidad nacional de los pueblos, para luego regresar a esas masas receptoras, que acogen un producto con el cual pueden sentirse identificadas.

El arte como educación es la teoría del arte más antigua, la más defendida y la más usada (7). En el siglo XX, con la vanguardia, se agrega la educación política comprometida al arte insertada en una clase social determinada; desde ese momento el movimiento vanguardista (relacionado con la ideología marxista-leninista) acogió como un hecho inalienable dentro de la producción artística la afirmación de que “toda manifestación artística es un producto social”.

Este trabajo se hará siguiendo el modelo de análisis tradicional propuesto por el Nuevo Criticismo con T.S. Eliot, bajo un enfoque moral-filosófico. Este enfoque “insiste en averiguar y verificar qué es lo que se enseña, ya que si la obra es significativa o inteligible en alguna medida, su significado tiene que encontrarse ahí”(8) Mediante este análisis, se buscará definir cuál es el aporte de las Poetas, estableciendo puntos de divergencia y convergencia entre ellas. Los criterios que permitan emitir un resultado serán: proyección cultural, desarrollo artístico, incidencia política y concepto de Patria, todo esto evaluado mediante el nexo arte/política dentro de los poemas, haciendo una pequeña contextualización biográfica de las obras y sus autoras.

3. Hacia un visión política de la poesía femenina

Es necesario, primero que todo, ver que la obra de estas mujeres nace en épocas de marcado resonar político; unas en épocas donde el caos está presente, otras en las que el eco de este mal va abriendo nuevas heridas y nuevas confusiones. A excepción de Clementina Suárez, quien perteneció a la Vanguardia tardía o Generación de la dictadura (9); Juana Pavón, Sara Salazar, María Eugenia Ramos y Amanda Castro pertenecen a la tercera generación de Poetas o el “grupo contemporáneo” quienes nacieron en las últimas cinco décadas del siglo pasado y se mantiene hasta la fecha. Estas nuevas voces identifican su poesía con la problemática del país y las diferencias de género.

3. 1 Clementina Suárez

Clementina Suárez, de origen olanchano, nació el 12 de mayo de 1906. Haber nacido a inicios del siglo XX le permitió ser protagonista de cambios históricos trascendentales, fue autora de 9 libros publicados y figura en un sinnúmero de antologías nacionales: “su producción abarca, pues, casi setenta años de la historia hondureña”(10). Fue una mujer feminista en una época donde dominaba la brutalidad: muchas de sus obras nacen en la era del gobierno dictador de Carías. Fue la primera mujer en publicar un poemario en el país, asimismo abrió las puertas a la difusión artística gracias a las Galerías que fundó en Honduras y en el exterior.

En uno de sus poemas nos explica que “tardó mucho en saber lo que era Patria”. En Combate, Clementina inicia expresando su deseo de “escribir un poema”, mismo que va entretejiendo el anhelo y el ideal de país que tiene ella. El poema nos deja entrever claramente su visión de cambio, un cambio surgido desde las estructuras mismas, desde las raíces, que una vez replantadas hagan “levantar en andamios la esperanza”. Pone en tela de juego elementos contradictorios, con el hecho de marcar la presencia humana en “las prisiones” y en “las escuelas”, lo que da, dentro del poema, un aliento no excluyente y más bien vinculante en todas las esferas. El sentido revolucionario del poema se plasma mediante las armas de lucha de las cuales se abandera: el niño “arcángel de las espadas”, que representa el elemento místico vinculado al hombre, la memoria o el ejemplo de los héroes y el poder de la naturaleza destructora y creadora. Clementina Suárez no perteneció a ningún grupo o movimiento político; sin embargo, fue una impulsadora del desarrollo a través del arte y la cultura, abriendo un sinnúmero de galerías dentro y fuera de Honduras. A través de su propia obra fue igualmente una impulsadora, ya que cuenta con una rica producción literaria, donde siempre está presente el elemento político mediante la identificación con el sector más vulnerable de la sociedad.

3.2 Juana Pavón

Margarita Velásquez Pavón, conocida en el mundo intelectual como Juana Pavón, nació el 19 de julio de 1945. En el año 2007 celebró 25 años de poesía profesional. Ella misma, que se autonombró “Juana la loca”, se retrata como “una loca autodidacta, que odia los prejuicios sociales y a la gente inquisidora”. Ha vivido de presentaciones artísticas en sindicatos, colegios, universidades, peñas, giras por Centroamérica y por la venta de sus libros. No ha pertenecido a ningún gremio ni a partidos políticos, su misma independencia la ha clasificado como una “militante de la vida”, aunque dentro de las actividades del Movimiento Popular Hondureñas, es una de las artistas que más incidencia y participación ha tenido. Este interés e inclinación por las tendencias de izquierda se ve impregnado en su obra. No ha sido promotora cultural, y su producción poética se resume en sus dos libros “Yo soy esa sujeto” y “Exacta”. El nombre de Juana es una fuente de inspiración, más que otra cosa. No necesariamente ha sido su accionar artístico y/o político, sino más bien la imagen de mujer irreverente lo que ha servido de influjo a viejas y sobre todo, nuevas generaciones.

En el poema Nosotras, esas sujetos, Juana presenta a la mujer hondureña en todos sus estratos. Ve a la mujer como el elemento creador, origen de la vida y por ende, del cambio y del desarrollo mismo. No en vano afirma que las mujeres “somos Patria”, y que “Honduras tiene nombre de mujer”. Este poema también puede considerarse una crítica abierta a las grandes asimetrías en las que el sistema y el modelo nos han obligado a vivir. Enmarcar el hecho a partir de “una obrera” y llegar a “una alta funcionaria”, revela el sentido de protesta y de reproche a las disparidades que ha caracterizado, desde siempre, su poesía. El concepto de país en el poema se liga a la mujer que es vilipendiada por un sistema injusto, y esto se sobredimensiona en la Patria, una mujer más grande.


3.3 Sara Salazar Meléndez

Nace en la Ceiba, en junio del año de 1946. Su infancia se desarrolló en la casa de sus abuelos, en El Salvador. Se inició en el camino de la poesía a la corta edad de 12 años. Adaluz Pineda explica que “la poética de Sara Salazar Meléndez, igual que la de Juana Pavón surge de la conciencia de una sociedad corrompida”(11). No ha tenido una militancia política comprobada, sin embargo, su poesía ha sufrido la censura y la persecución tanto o más que muchos artistas que sí están relacionados con el Movimiento Popular y Cultural: cuando se dio a conocer su poema Patria durante el gobierno de Carlos Reina, fue confiscado y quemado por la Policía, hecho que mantuvo a la autora en una sujeción que hasta la fecha parece no haber abandonado, dado que la mayoría de su obra aún se mantiene inédita. Tampoco se le conoce como promotora cultural; es más bien, una de tantas intelectuales silenciosas, que urgentemente deberían salir a la luz pública para aportar de lleno.

En su poema Patria, Sara Salazar nos muestra un concepto de Patria real, esa que nos toca vivir. No la idealizada ni la imaginada. Ella desenmascara a los detractores del país, arrebata el antifaz de la supuesta imagen de Patria democrática que nos han querido vender, para enseñarnos esa que diariamente vemos: la de los niños hambrientos, la de las mujeres vilipendiadas, la de los hombres desposeídos. Una Patria donde cunde el dolor, la podredumbre y la muerte. La idea del subdesarrollo y miseria, verdad amarga en nuestros días, es la que persiste en el poema. No hay propuesta para el cambio ni un solo elemento esperanzador en el poema; es más bien un testimonio pesimista de la realidad del país.

3.4 María Eugenia Ramos

Nació en Tegucigalpa el 26 de noviembre de 1959. Es hija del ya occiso pero muy memorado don Ventura Ramos, quien desde muy niña la encaminó en las letras y en el compromiso social. Realizó estudios de literatura, su obra poética se encuentra en el libro Porque ningún sol es el último, publicado cuando la autora contaba con 30 años de edad. También ha publicado Una cierta nostalgia, libro de cuento donde el elemento político es claro y recurrente, abordando temas como la memoria de los mártires, la represión militar, testimonios históricos y la imagen de héroes como Francisco Morazán.
Fue dirigente estudiantil en los años 70, lo que refleja su preocupación por los problemas educativos y sociales. Ha participado en eventos de proyección cultural dentro y fuera del país, siendo miembro fundadora de la Editorial Guardabarranco. En la actualidad su trabajo se relaciona con la juventud y el sector estudiantil.

Bien nos decía Clementina Suarez sobre su creación poética: “Cada poema suyo apuntala y reafirma una situación global entrañablemente ligada a un alto grado de conciencia social” (12). En su poesía está presente esa memoria histórica que nos remite a la verdad. María Eugenia Ramos, más que Poeta, ha sido una educadora social, que mediante su obra nos ha obligado a asumir una posición crítica frente a la realidad nacional. En uno de sus poemas expresa que “más que una casa/ necesitamos un país/ para habitarlo”, de esta forma todos sus poemas se van nutriendo de esa voz colectiva. Lo que María Eugenia Ramos nos presenta no es un vanguardismo subjetivo, no es una poesía apegada al “Yo” mismo; lo suyo es la socialización puesta en marcha con el “Nosotros”, la expresión fundida en masa, en quejas públicas. Su concepto de Patria siempre apunta al desarrollo, al avance. No es una poesía sólo de protesta, sino también de propuesta.

El poema Una larga playa está claramente dedicado a los mártires hondureños. En él nos transmite cierto grado de impotencia, una impotencia general y poblacional. Afirma que “siempre nos han vendido promesas”, y nos coloca en una posición de expectativa con los versos “al fin hemos aprendido/que la felicidad tiene su plazo” que pueden parecer algo oscuros tomando en cuenta la actitud apática, apolítica y hasta nihilista de los hondureños, pero si son leídos con cuidado se sobreentiende lo que la autora trata de explicarnos: esto es, que pese al cansancio y el hastío que predomina en la población, esta misma situación es la que, paradójicamente, nos acerca al “despertar” que nos llevará a mover motores para comenzar la búsqueda de esa “felicidad”. Esto se traduce en el “despertar de conciencia” que es el primer paso necesario para emprender un cambio hacia la revolución. Finaliza dándonos esa señal de arranque bajo el influjo de los mártires al escribir que “con la sangre de ustedes/hemos pagado la primera cuota”.

3. 5 Amanda Castro

Nació en Tegucigalpa en el año de 1962. Ha realizado estudios especializados de Lingüística en el extranjero. Es una de las autoras que más afán ha mostrado en cuanto a la difusión de la literatura femenina de Honduras como de Centroamérica, su trabajo como promotora cultural ha sido incansable. Cuenta, además, con una producción literaria vasta, tanto de poesía como de ensayo.

Fue a la edad de 15 años cuando escribió su primer poema. Desde entonces, se ha venido abriendo un espacio en el acontecer cultural del país. Su poesía es una poesía de reclamo y reprenda, que no vacila por el miedo a la censura o la crítica; es, más bien, una señal de guerra firme, un aviso al enemigo y, a veces, al amigo. Como ejemplo a esto, en uno de sus poemas nos dice: “Callate, vos no sabés nada! (…)Vos no sabés lo que ha pasado/ vos estás acostumbrada al silencio/a lavar ajeno/a limpiar ajeno/a agachar la cabeza/(…)Vos estás acostumbrada a que te roben todo”, con este reclamo nos incita a reaccionar, a salir de nuestro aletargamiento. Amanda Castro no es una poeta encubridora: nos brinda reprensiones en lugar de consuelos, exigencias en lugar de revisiones. Es autora de una poesía que propone; y que, ineludiblemente, nos obliga a enlistarnos con las banderas de lucha: estando siempre a la vanguardia la imagen de la mujer, como primera arma de pelea.

En Poema VI de su libro “Quizás la sangre” nos va reseñando ese cruento escenario que se vivió en las últimas décadas del siglo pasado. El poema representa el imaginario colectivo acerca de lo que fueron las dictaduras militares. “Salvar la vida/era aprender a callar/ (…) a morir”; nos dice, asumiendo esa posición de pueblo, fundido en una sola mirada ávida. Nos va recreando un mosaico de la época, el temor, el vilo, la muerte que se iba cerniendo. En ningún momento el poema se martiriza sino más bien destaca que “Quizá por eso/no tuvimos tiempo para caricias...”, viéndolo a trasfondo, este verso pone en evidencia el poder férreo del pueblo que históricamente se ha visto oprimido, y sin embargo no se ha sumido en esa miseria de espíritu. El nuestro, nos expone, no es un pueblo que actúa de frente, con beligerancia; pero sabe, pese a todo, llevar a su manera el germen de la esperanza que se gesta día a día mediante el trabajo.

4. Conclusiones

Si bien es cierto, ni siquiera la estética misma tiene una corriente certificada como “poesía política”, dentro de estas cinco autoras hay elementos que respaldan una misma ideología, que se podría traducir en esa voz de protesta, en ese carácter social y político que subyace en su poesía. Los criterios de análisis han sido la proyección cultural, desarrollo artístico, la incidencia política y el concepto de Patria. Concluimos con que no hay un equilibrio cuantitativo en la producción artística de las autoras; y en su mayoría, no han tenido una incidencia política orgánica. Cada una tiene una visión de país propia, en Clementina Suárez, Sara Salazar y María Eugenia Ramos se establece desde una proyección más general; en cambio Juana Pavón y Amanda Castro lo enmarcan de forma más individual con la imagen de la mujer en la vanguardia; sin embargo, todas defienden los intereses del proletariado desde su trinchera del arte.

Valiéndonos del método de análisis propuesto por T.S. Eliot, para un estudio más fácil podemos dividir en dos cauces la obra de estas autoras: por un lado, una poesía de testimonio y protesta con Clementina Suárez, Juana Pavón, y con un tono más oscuro, Sara Salazar; y por el otro lado, tenemos a María Eugenia Ramos y Amanda Castro, con una poesía más propositiva e innovadora.

Con su obra, todas ellas aportan al acerbo poético que tanto hace falta en Honduras. Los cinco poemas enlazan una misma realidad desde puntos diferentes. La conciencia de clase es un algo inalienable en ellos y en las manos de sus autoras. Dentro de ellos hay examen, queja y propuesta. Su poesía es un despliegue para que la posición de la mujer se abra paso dentro de este escenario y se alce con plenitud. De igual manera, estos poemas representan un testimonio histórico visto desde los ojos de las artistas: una lente intelectual, consciente y objetiva. Podemos afirmar, sin temor alguno, que estos cinco poemas en ningún momento se suscriben a un estilo lírico o personal, sino que denuncian desde una postura más colectiva.

Con estas aproximaciones, lo que se busca no es definir ni caracterizar y mucho menos enmarcar la obra de estas autoras dentro de una misma línea. Nuestro objetivo fundamental es hacer ver el potente nexo que se gesta entre mujer, poesía y política en Honduras. Todo esto, como una necesidad impostergable de impulsar un verdadero cambio estructural desde las letras o desde cualquier manifestación artística.


Notas

(1) Nochlin, Linda. Arte y Política. P. 29
(2) De Oyuela, Leticia. Mujer, familia y sociedad: Mujer y Literatura. P.239
(3) Suazo, M. del M. Informe sobre la situación política de la mujer en Honduras.
(4) Sosa, Roberto. Diálogo de sombras. P.17
(5) Pineda de Galvez, Adaluz. Honduras: Mujer y poesía.
(6) Paredes, Rigoberto. Honduras, su historia y su arte. P. 72
(7) Conversación sobre arte con Oscar Espinal, el 13 de febrero de 2009.
(8) L.Guerin, Wilfred. Introducción a la crítica literaria. P.14
(9) Definición hecha por Roberto Sosa
(10)Ramos, María Eugenia. La visión de país en Clementina Suárez.
(11) Pineda de Galvez, Adaluz. Honduras: Mujer y poesía
(12) Suarez, Clementina. Porque ningún sol es el último: prólogo.


Bibliografía

· Castro, Amanda. (Eds) (2001). Quizás la sangre. Tegucigalpa, Honduras, C.A.: Editorial Guardabarranco.

· De Oyuela, Leticia. (Eds) (2001) Mujer, familia y sociedad: Mujer y Literatura. Tegucigalpa, Honduras, C.A.: Editorial Guaymuras.

· L.Guerin, Wilfred. (Eds) (1974) Introducción a la crítica literaria. Buenos Aires.: Marymar Editores.

· Nochlin, Linda. (Eds) (2001) Arte y Política. Madrid, España.: Alianza Editorial.

· Paredes, Rigoberto. (Eds) (1993) Honduras, su historia y su arte. Tegucigalpa, Honduras, C.A.: Ediciones Paradiso.

· Pavón, Juana. (Eds) (2004) Exacta. Tegucigalpa, Honduras, C.A.: Ixbalam Editores.

· Pineda de Galvez, Adaluz. (Eds) (1998) Honduras: Mujer y poesía. Tegucigalpa, Honduras, C.A.: Editorial Guardabarranco.

· Ramos, María Eugenia. (Eds) (2002) La visión de país en Clementina Suárez. Tegucigalpa, Honduras, C.A.: Litografía López.

· Ramos, María Eugenia. (Eds) (1989) Porque ningún sol es el último. Tegucigalpa, Honduras, C.A.: Ediciones Paradiso.

· Sosa, Roberto. (Eds) (1993) Diálogo de sombras. Tegucigalpa, Honduras, C.A.:Editorial Guaymuras, Tegucigalpa, 1993.

· Soto, María Luisa. (Eds) (1992) Historia de la mujer hondureña. Tegucigalpa, Honduras, C.A.: Instituto Hondureño de Cultura Hispánica.

· Suárez, Clementina. (Eds) (1969) El poeta y sus señales. Tegucigalpa, Honduras, C.A.: Talleres Litográficos de Honduras Industrial.

· Suazo, M. del M. (2004) Informe sobre la situación política de la mujer en Honduras.
Disponible en: http://www.inam.gob.hn/
Directorio: http://www.inam.gob.hn/index.php?option=com_content&view=category&id=72&layout=blog&Itemid=92

1 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.