sábado, 25 de febrero de 2012

Viaje a Tulum (Parte 2)


Hace ya casi un año que quedé en deuda con los lectores de este blog para subir la segunda parte de los comentarios de Viaje a Tulum. En la primera leímos lo que pensaba Fellini (Clic aquí para leerla), en esta ocasión la parte que corresponde a Milo Manara hablarnos de este curioso trabajo. Milo, cuyo verdadero nombre es Maurillo Manara,  es un historietista, diseñador gráfico e ilustrador italiano nacido en 1945, que ganó fama gracias a su trabajo en la novela gráfica de corte erótico, aunque también con un fuerte contenido político que fue haciéndose patente entre más pasaban los años. 


"Al hablar de Fellini se emplea a menudo el adjetivo de visionario, que yo, por mi parte, he encontrado siempre ligeramente inexacto, restrictivo.  Visionario me da un poco la idea de alguien vagamente alucinado, que ve cosas donde no las hay, víctima de espejismos creados por la excesiva imaginación, que no sabe distinguir bien entre el sueño y la vigilia. Existe otro término que yo asocio a Fellini: transfiguración. Esto es, Fellini no ve ni nos hace ver monstruos en lugar de molinos de viento, sino que a través de él el molino de viento se transfigura y se revela a nuestros ojo en toda su molinidad, asumiendo su esencia de gran molino de viento. De todos los cineastas, Fellini es el único que usa la cámara simplemente como lo que es: el tercer ojo, el ojo de la iluminación. Hay muchos films espléndidos, de otros directores, que cuentan historias extraordinarias, apasionantes, trágicas o cómicas, pero para Fellini el cine es otra cosa. Él simplemente enciende el tercer ojo y asiste a la transfiguración del universo, haciéndonos participar también a nosotros. 

Yo siempre lo he visto como una especie de Prometeo que roba el fuego a los dioses para llevárselo a los hombres, al artista que ha dotado a la humanidad del tercer ojo. Una religión, más o menos. La trama, la intriga, la acción,  tienen una importancia relativa en Fellini. Lo que cuenta es  este maravilloso revelarse de todas las cosas, este impresionante destaparse  de esencias secretas, esta inefable transfiguración universal que una a todos, hombres, animales, plantas, cosas,  en una gloriosa exhibición de sí, en un animismo dulcísimo, en una recíproca animación pánica. Pero precisamente este considerar la acción casi un simple pretexto, representa para mí, como dibujante, una dificultad enorme al enfrentar El viaje a Tulum. Hubiera necesitado   convertirme en el mismo tercer ojo. Ni soñarlo. Además, no cabía tampoco pensar en la hipótesis de remedar las maneras fellineanas transponiéndolas al dibujo. Pero si bien yo me había dado cuenta enseguida de la insuperable dificultad, Fellini la tenía ya resuelta. Ya al presentarle los primeros dibujos empecé a asistir, con la respiración contenida, a una delicada alquimia.  Fellini estaba trasvasando suavemente su espíritu, su hálito, de las imágenes a los diálogos, y de los diálogos a la acción. Paulatinamente mis dificultades iban desvaneciéndose como la niebla.  De simple pretexto, el guión se convirtió en cuerpo e imagen "transfigurándose".  A mí no me quedaba más que seguir dibujando, así, simplemente,  como siempre lo había hecho. Poco a poco, el motor comenzó a girar, de modo que este avión, que parecía  inamovible, aprisionado bajo kilómetros de barro y agua, se puso a vibrar, a elevarse. Al terminar la historia, el motor marchaba como una seda y nosotros volábamos alegremente hacia la luna."*  

   

*Milo Manara, Introducción de El viaje a Tulum.