sábado, 24 de abril de 2010

El Quijote en el cine

La relación entre la novela de Don Quijote de la Mancha y el cine data casi desde el inicio del cinematógrafo y estuvo presente en los cines aun antes de la creación de un lenguaje propiamente cinematográfico. La obra de Cervantes en el cine tiene más de cien adaptaciones, en este artículo trataremos sólo las más relevantes y no tiene más fines que hacer una pequeña revisión de ellas.


En la época del cine mudo

La primera adaptación del Quijote al cine fue la de 1898, a cargo de la productora francesa Gaumont, era la representación de una parte del libro; pero esta se perdió y no se conserva ninguna copia. En 1905, coloreada manualmente, se llevo al cine mudo las aventuras de “Aventures de Don Quichotte de la Mancha”(ver foto) dirigida por Lucien Nonguet y Ferdinand Zecca, la cual se presenta en las celebraciones del tercer centenario de la publicación del libro. Años después llegaría una adaptación española de “El curioso impertinente” narración incluida como novela en el mismo Don Quijote, ésta fue el primer trabajo cinematográfico propiamente español sobre la obra de Cervantes, pero de él sólo se conserva la publicidad de su estreno en el año de 1908. Como notarán, durante esta época se hicieron varias adaptaciones al cine de esta obra, pero de ellas sólo se conservan noticias, publicidad o críticas aparecidas en los diarios.


Don Quijote habla

Ya en la época del cine sonoro, se realiza la primera adaptación en este formato:“Don Quixote”, una producción franco-inglesa del año 1933. Esta película fue dirigida por Georg Wilhem Pabst y contó con la actuación de Feodor Chaliapin como Don Quijote y de George Robey como Sancho. Está considerada como una de las mejores adaptaciones.


La versión incompleta de Wells

En 1950, Orson Welles, un gran maestro, intentó llevar a la pantalla grande su personal visión de esta novela en el filme “Don Quijote”. Actuaron Akim Tamiroff como Sancho y Francisco Regueira como Don Quijote; pero la falta de presupuesto y la muerte de su director hicieron que abandonase el proyecto. Sin darse por vencido, Welles realizó el montaje y presentó su película incompleta en El festival Cannes, aun así recibió muy buenas críticas y está considerada como una obra maestra muy personal.


Don Quijote en la U.R.S.S.

En 1957, en la Unión Soviética se realizó otra adaptación “Don Kijot” dirigida por Grigori Kózintev. Este film, junto al de 1930, está considerado como una de las mejores adaptaciones junto con la de Pabst. Actuaron en ella: Aleksandr Nevski y Yuri Tolubúyey. Se caracterizó por la inclusión de la idea de la lucha de clases: Don Quijote era el visionario aplastado por una clase noble que se mofaba de sus ideales.


The man of la Mancha

Entre otras obras relevantes, en los Estados Unidos se filma un musical, basado en otro de Broadway, llamado “The man of la Mancha” en el año de 1972, que contaba con un electo de grandes actores de Hollywood: estaba dirigida por Arthur Miller, Peter O´Tole como Don Quijote y Sofía Loren como Dulcinea.


Don Quijote según Sancho

En 1973 se hace la primera adaptación latinoamericana de la obra a cargo del mexicano Roberto Gavaldón, titulada como “Don Quijote Cabalga de nuevo o la verdad de lo ocurrido en aquel lugar de la Mancha según Sancho” con Cantinflas como Sancho y Fernando Fernán Gómez como Don Quijote. Esta película no recibió muy buenas críticas, aunque se le recuerda por su visión particular de la historia.


Un Quijote que no pudo ser…

Ya más cercano a nuestra década, en el año 2000 se intentó realizar “El hombre que mató a Don Quijote” del director Terry Gilliam, con Jhony Depp como Sancho, Jean Rochefort como Don Quijote y Vanessa Paradis como Dulcinea; pero, a raíz de una serie de desastres increíbles como la hernia discal doble del protagonista que no pudo montar a caballo y las condiciones del clima, se hizo imposible de hacer la filmación. A pesar de que el filme no se llevó a cabo, Keith Fulton y Louis Pepe narraron todos estos sucesos en su documental “Perdidos en la Mancha”.



Un Quijote, una película española

“El caballero Don Quijote” fue dirigida por Manuel Gutiérrez Aragón, es otra buena adaptación que se puede considerar como una continuación de la que realizó junto a Televisión española (TVE) en el año de 1991 y en la cual había participado Camilo José Cela como Guionista. Lastimosamente no tuvo todos los mismos protágonistas de la serie anterior.


La más reciente adaptación

En el año 2006 se estrenó “Honor de caballería” con la dirección de Albert Sierra, Lluis Carbó como Don Quijote y Lluis Serrat como Sancho. Bien podría considerarse una “Road movie” pues en ella Don Quijote y Sancho van por los caminos de España, hablando sobre diversos temas y profundizan en su amistad.

domingo, 11 de abril de 2010

Levedad.




Por: Miguel Acosta.


Supongo que encontrarla fue sólo una casualidad que nació cuando decidí escaparme de mi monotonía. Ustedes saben como es eso: días enteros en que los ojos se empeñan, la cabeza se agranda y los bostezos dislocan la mandíbula; horas eternas arropadas de silencio y silencios arropándose al cuerpo hasta que uno dice “¡Basta, al carajo con todo esto!” y sale corriendo; escapándose, en mi caso, al primer parque que encontrara.
Y no hay nada como respirar el aire libre. Sentarse a escuchar el gorjeo de los pájaros y ver la primavera hirviendo en las venas de los…de los…; y ahí la miré, sentada frente a mí mirándome con una mirada encendida; tan encendida que llegó a descongelar los hábitos dormidos de mi corazón hasta hacerlo palpitar como el de un enamorado, ¡y tenía tanto tiempo de no enamorarme!
No sé, creo que fueron sus labios, ¡aaah!, ver como sus dientes exploraban cada espacio de su boca mientras saboreaba una sonrisa…, no, fue su cabello: tan delicado como una ola del océano…, no, no y no; fueron sus ojos acariciándome, eso hizo que cayera sobre una nube y volara, amigos ¡volara! Pero también fue su mirada la que me hizo huir, volando.
Huía por una cuidad que parecía un corazón palpitante y volaba por sus arterias, muchas veces obligándome a regresar, pero la mayoría de veces acobardándome del regreso. Cada vez me sentía más leve. Consumiéndome en besos imaginarios, recordaba la cálida caricia de su mirada y me estremecía hasta temblar de una manera convulsiva; perdía la conciencia hasta no sentir ni mi cuerpo, sino la simple levedad de flotar sin carga alguna y después, no recuerdo nada…
A la mañana siguiente estaba tendido en mi cama. Había dormido con la ropa puesta y seguramente dejé la puerta abierta porque escuchaba el desesperante bullicio que tenían abajo. Intenté recordar como había llegado, pero me di cuenta que cada segundo contaba para hacer un plan, para pensar como le confesaría que la amaba; pero ¿con qué pretexto climático iba a comenzar mi confesión?, ¿qué…, qué demonios es ese ruido?, pensé. Parecía que lloraban, ¡y cómo se piensa así! ¡Tenía que salir y buscarla sin ningún plan!, ¡salir y arrodillarme ante ella! Entonces salí.
Las personas que estaban abajo, lloraban y la dueña de la casa temblaba nerviosa e inconsolable: creo que no me vieron o trataban de ignorarme, pero no me importó; ya nada me importaba.
Sé que se preguntan cómo estaba tan seguro de que nuevamente la encontraría. Pues bien, no tengo la respuesta para eso: no lo sabía, pero cuando llegué al parque ahí estaba ella, viendo de lado a lado, esperando, sí, esperando y eso me tranquilizó, porque supe que me esperaba a mí; entonces, ¿de qué tenía que preocuparme?
Me senté frente a ella y, con una sonrisa petulante que yo pensé seductora, la quedé viendo, ¡ja, ja, ja!, pero ella jugaba a ignorarme, así que le seguí el juego y yo también la ignoré. Pero ella seguía viendo de lado a lado y me seguía ignorando “seguramente ya no le importo y espera a alguien más, pensé. Y de sólo pensarlo, enloquecí y me levanté dispuesto a reclamarle ¡maldita, esperás a alguien más y me dejás abandonado!, pero me detuve porque se entristeció su rostro. Entonces, me senté a su lado: ella estaba jugando a ignorarme, y yo a contemplar su rostro; ella se entristecía, y yo levanté su mentón con mi mano; pero algo parecido a un miedo profundo estremeció su cuerpo: fijamente posó su mirada donde yo me encontraba y como si ahí no encontrara a nadie, salió corriendo, aterrada.
Amigos míos, ahí lo recordé todo. La levedad, la maldita levedad fue sólo mi alma dejando el cuerpo después de que un auto me arrollara. La dueña, que me rentaba el cuarto, no lloraba por algún familiar muerto, sino por mi muerte repentina. Y ella, la chica del parque, no me ignoraba: más bien me esperaba, sabía que yo llegaría; pero no contaba con que yo estaba muerto. Entonces, al ver cómo huía, decidí regresar a mi cuarto para terminar de velar mi cuerpo.