Miguel Ángel Acosta
En el siguiente ensayo trataré de determinar en la obra «Cantos de vida y Esperanza (1905)» de Rubén Darío, cuál era su posición política e ideológica al momento de escribir la obra y qué reacción tuvo Darío ante la amenaza neocolonial estadounidense. El ensayo tendrá como fin hacer un recorrido histórico, enmarcando el contexto de la obra; determinar las reacciones de Darío y su manifestación ante la «amenaza yanqui»; analizar con profundidad la obra y extraer los fragmentos referentes a su reacción ante dicha amenaza; con el fin de mostrar los pensamientos ideológicos de Darío que, partiendo de una raíz unionista en él, dan pie y justifican el propósito y objetivos del ensayo. Como parte del método cualitativo utilizaré comparaciones entre el contexto histórico y la obra, apoyandome en ensayos previos sobre el tema, para determinar y analizar los componentes que responderán mis preguntas de investigación. Así, siendo un ensayo descriptivo de la obra enfocada en la historia, me basaré en el nuevo historicismo y materialismo cultural, postulando la premisa que critica la posición unívoca de Foucault sobre el poder, (Selden, 2001: 232) y sosteniendo que: “cada historia del sometimiento también contiene una historia de resistencia y que esta resistencia no es sólo un síntoma de una justificación para el sometimiento, sino la verdadera marca de una «diferencia» (Derrida, 1966) que siempre evita que el poder cierre las puertas al cambio” (Selden: 2001). Según ellos, el sujeto puede tomar tres estadios: un sujeto que acepte libremente el discurso oficial, un sujeto que reniegue de dicho discurso y otro que busque un discurso más coherente con su posición ideológica. Éste se desindentifica, reconstruyendo o, más bien, recreando una identidad que buscará en lo propio, en lo perteneciente; revirtiendo así el discurso oficial, volcando sobre él su cultura para soterrarlo. Con lo anterior, intentaré descubrir en cuál de las tres posturas estaría enmarcado el pensamiento y la reacción de Darío ante la injerencia yanqui en América Latina.
A comienzos del siglo XIX, la independencia de las colonias españolas en América da pie a otras potencias europeas, entre ellas Inglaterra, para vislumbrar Hispanoamérica como principal foco de sus intereses expansionistas. La expansión económica en ese siglo era una prioridad colonial, pues determinaría la posterior lucha de potencias y el establecimiento de una hegemonía económica. Siendo América Latina primordial para muchos proyectos, uno de ellos, el canal interoceánico; las potencias, desde su independencia, intentaron cernir sobre ella su poderío. También Estados Unidos veía en los países del sur su principal foco de influencia económica, apoyando así la independencia de estos países, manteniendo a raya la intervención de cualquier país extranjero con la Doctrina Monroe, y asegurándose así la cabeza en las relaciones económicas con las naciones en gesta. La Santa Alianza, en defensa de los intereses Carlistas, intentaría recuperar las antiguas colonias; Inglaterra comenzaba su expansión, repartiéndose o tomando por la fuerza algunas regiones del sur y centro del continente. Claro que dicha Doctrina impedía la intervención extranjera en los asuntos interiores Latinoamericanos; pero también abría paso para que Estados Unidos tomara cartas en el asunto económicos. La expansión comenzaba por Texas: México perdió la mayor parte de su territorio en 1845. Manteniéndose un poco pasivo aún, por dentro fortaleciendo sus huestes militares y políticas, la guerra Hispanoamericana (1989) completaría la demostración de las intenciones autárquicas. Para el siglo XX, Roosevelt expone que Estados Unidos debían hacer sentir mundialmente su influencia, y si sus intereses chocaban con otras naciones, la única manera de resolverlos, sería por la fuerza.
Es en ese siglo cuando claramente se demuestra y extiende el brazo imperialista sobre Latinoamérica. Debilitada España, (Darío sería enviado por La Nación para documentar la situación española), Estados Unidos comenzaría a plantear condiciones a Cuba; sosteniendo la implantación de la democracia, implementaría exclusivismos en la Isla para que únicamente pudiera mantener relaciones con Estados Unidos, cediendo así territorios carboneros y zafras azucareras. A pesar del «no intenvercionismo» sostenido en la Doctrina Monroe, Estados Unidos rodearía con tropas a Haití, en 1902, por cuestión de sus deudas. Intervendría, a medias, en el conflicto entre Nicaragua, Honduras y el Salvador; teniendo sus miras reales en Panamá. Es por eso que para 1903, la influencia Norteamericana sobre los países de Centroamérica se notaría fuertemente, puesto que, para hacer una vía directa hacía la independencia de Panamá, hacía el codiciado canal interoceánica, forzosamente tendría que establecer presiones sobre los demás países del Istmo. Estados Unidos intervendría en Nicaragua para 1903, comenzando así las intrigas, que seis años más tarde, provocarían la destitución del presidente liberal José Santos Zelaya.
«La traición de Estrada
[1]inicio la caída de Zelaya. Éste quiso evitar la intervención yanqui, y entregó el poder al doctor Madriz
[2], quien pudo deshacer la revolución en un momento dado, a no haber tomado parte los Estados unidos, que desembarcaron tropas de sus barcos de guerra para ayudar a los revolucionarios» (Autobiografía: 1912)
Partiendo de este contexto histórico, puedo empezar a determinar qué posiciones políticas tenía Darío y cuál fue su reacción ante la amenaza Estadounidense. Sandro Abate dice que Darío comienza su producción referente hacia Estados Unidos desde 1870, y toma dos vías base para poder enmarcar el análisis: su obra y las relaciones político diplomáticas con ese país. Darío miraba en Estados Unidos una amenaza, aunque admiraba la desproporcionada fuerza que iba adquiriendo esa nación. Podemos encontrar en dos poemas, los Cines y Augurios, como Darío manifiesta la amenaza:
«Brumas septentrionales nos llenan de tristeza,
se mueren nuestras rosas, se agotan nuestras palmas,
casi no hay ilusiones para nuestras cabezas,
y somos los méndigos de nuestras pobres almas.
Nos predican la guerra con águilas feroces
….
¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?»
(Cantos de vida y Esperanza: 1905)
«Hoy pasó un águila
sobre mi cabeza,
lleva en sus alas
la tormenta,
el rayo que deslumbra y aterra.
¡Oh, águila!
Dame la fortaleza
de sentirme en el lodo humano
con alas y fuerza
para resistir los embates
de las tempestades perversas,
de arriba las cóleras
y de abajo las roedoras miserias.»
(Cantos de Vida y Esperanza: 1905)
En ambos poemas encontramos el designio que Darío hace sobre la amenaza que se cernía sobre Latinoamérica. Hombre inteligente, de alcances culturales y, sobre todo, espectador por más de una vez de la grandeza que exhumaba Estados Unidos, él mismo dirá en su primera incursión a Nueva York que:
«sentía respirar en un país de cíclopes, comedores de carne cruda, herreros bestiales, habitadores de casas de mastodontes. Colorados, pesados, groseros, van por sus calles empujándose y rosándose animalmente, a la caza del dólar. El ideal de esos calibanes
[3] está circunscrito a la bolsa y a la fábrica. Comen, comen, calcula, beben whisky y hacen millones […]» (El triunfo de Calibán: 1898).
Presentía, como muchos otros, entre ellos Rodó
[4], que Estados Unidos era una máquina en crecimiento, y como cualquier ser, necesitaba sustancia para desarrollarse. Si bien Darío pensaba que la poesía, y el arte en general, debían estar desligados de la política (en Azul demuestra esa intención), no podía separarse del sentimiento general que impregnaba el final de siglo ni el principio del siguiente. Es por eso que demuestra su cambio, no total, pero más consciente en «Cantos de Vida y Esperanza» «Si en estos cantos hay política, es porque aparece universal» dirá Darío en la introducción al libro, pues el sentir se traducía en todos los ámbitos Americanos. La intención del libro es denunciar, un grito de auxilio para la raza Americana, incluida la española. Pero ¿por qué llamar a un libro casi socorrista, donde una tempestad, una sombra colosal, donde «Un gran vuelo de cuervo mancha el azul celeste», Cantos de vida y Esperanza? El libro no es un libro pesimista. Combinado con las ideas unionistas, combate los embates enemigos y dónde hay oscuridad, una luz parece abrirse paso magníficamente clara:
«He lanzado mi grito, Cisnes, entre vosotros,
que habéis sido fieles en la desilusión,
mientras siento una fuga de americanos potros
y el estertor postrero de un caduco león…
…Y un Cisne negro dijo «La noche anuncia el día.»
Y uno blanco: «¡La aurora es inmortal, la aurora
es inmortal!» ¡Oh, tierra de sol y de armonía,
aún guarda la Esperanza la caja de Pandora!»
(Cantos de Vida y Esperanza, 1905)
«El título – Cantos de vida y esperanza, - si corresponde en gran parte a lo contenido en el volumen, no se compadece con algunas notas de desaliento, de duda, o de temor a lo desconocido, al más allá.» Dirá Darío en Historia de mis libros, para explicar su verdadera intención. El libro revive mucho del sentimiento unionista, americanista, e incluso adhiere a ese sentimiento la redención de una España decadente, vieja y derruida.
«Pálidas indolencias, desconfianzas fatales que a tumba
o a perpetuo presidio condenasteis al noble entusiasmo,
ya veréis el salir del sol en un triunfo de liras,
mientras dos continentes, abonados de huesos gloriosos,
digan al orbe: la alta virtud resucita
que a la hispana progenie hizo dueña de siglos.»
(Salutación del optimismo, 1905)
Rubén Darío, según J. F. Normad, adopta el ibero americanismo, y predica la necesidad de que los pueblos Americanos se unan, no desde una postura panamericanista, rúbrica utilizada por los Estados Unidos desde tiempos de Valle y Bolívar, sino de una «América Nuestra», donde las fuerzas americanas no tengan nada que envidiar a los Calibanes, sino que tomen lo provechoso de sus ambiciones.
«Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que al alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida,
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida,
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor…
…
Tened cuidado ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser por Dios mismo,
el riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder teneros en vuestras férreas garras.»
(A Roosevelt, 1905)
Rubén Darío no era político, si bien es cierto que sostuvo, en su vida, varios puestos diplomáticos. Sin embargo, la influencia que Martí tuvo sobre él es innegable. Participaciones de Darío en la revista Ariel pueden dejar ver el americanismo que promulgó Martí en Nuestra América, y que, años más tarde, se dejarán ver en “Cantos de vida y Esperanza". Darío mismo se declaró discípulo de la americanidad y de la independencia del espíritu abogada por Martí. Lo que caracteriza el americanismo de Martí es la busca de originalidad propia a través de la asimilación y conocimiento de formas del pensamiento extranjero. Darío compartió este cosmopolitismo. (Henkel, 2009) El libro demuestra toda la fuerza y esperanza que Darío dejaba en la fortaleza americana, en su poderío como raza única, y sobre todo en la poesía.
«Esperad todavía.
El bestial elemento se solaza
en el odio a la sacra poesía
y se arroja baldón de raza en raza.
La insurrección de abajo
tiende a los Excelentes.
El caníbal codicia su tasajo
con roja encilla y dientes afilados.
Torres, poned al pabellón sonrisa.
Poned ante ese mal y ese recelo
una soberbia insinuación de brisa
y una tranquilidad de mar y cielo»
(IX, 1903)
Cantos de vida y Esperanza revela a un Darío menos afrancesado, como diría de él en otro tiempo Juan Varela, revela un Darío, sin bien asombrado por la grandeza y poderío Estadounidense, no amedrentado por sus intenciones en «La América Nuestra», pues confiaba que la raza latina surgiría como única nuevamente. Podemos ver esto en el poema «A Roosevelt» donde, si bien es cierto, admite la condición neocolonial e invasora de Estados Unidos:
«Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla español.»
Ahora bien, eso no revela una posición antiestadounidense en Darío, más bien dilucida su contraria posición contra el neocolonialismo e imperialismo que las ideas expansionistas tenían como estandarte. Darío tenía clara su posición de hombre cosmopolita, deseaba aunar las ideas, el ímpetu de crecimiento de esa nación para poder crear una patria igualmente fuerte, independiente y, sobre todo, abierta a las nuevas corrientes artísticas o de pensamiento. Prueba contundente es el poema «Salutación al águila», donde alabará el vigor del pueblo estadounidense, queriendo traspasarlo a América Latina:
«Precisión de la fuerza! Majestad adquirida del trueno!
Necesidad de abrirle el gran vientre fecundo a la tierra
para que en ella brote la concreción de oro de la espiga
y tenga el hombre el pan con que mueve su sangre.»
(Salutación al Águila, 1906)
La admiración profunda que llegará a sentir hará posible la invitación que hace para traspasar, como Prometeo hizo con los hombres, el fuego necesario para construir una civilización grande y poderosa:
«¡E, pluribus unum
[5]! Gloria, victoria, trabajo!
Tráenos los secretos de las labores del Norte,
y que los hijos nuestros dejen de ser los retores latinos
y aprendan de los yanquis la constancia, el vigor, el carácter.
…
Águila, que conoces desde Jove hasta Zarathustra
y que tienes en los Estados Unidos monumento,
que sea tu venida fecunda para estas naciones
que el pabellón admiran constelado de bandas y estrellas»
(Salutación al Águila, 1906)
No obstante, a pesar de la admiración y el anhelo cosmopolita, en ningún momento muestra flaqueza, ni se deja amedrentar por el discurso de Roosevelt. Estados Unidos comenzaba desde principios del siglo XX a expandir su poderío, su discurso de nación democrática y libertadora sobre todo el mundo; discurso que años más tarde, a razón de la fuerza, como dijo una vez Roosevelt, sería manejado como idioma oficial. Darío, siguiendo la posición Historicista, rechaza esa supremacía, defiende lo propio y mantiene la postura en la unión hace la fuerza. En el triunfo del Calibán, donde muestra sus temores, tomando como base principal la imagen carnavalesca de Bakhtín; hace un llamado a la conciencia Hispanoamericana:
«De tal manera, la raza nuestra debiera unirse, como se une en alma y corazón, en instantes atribulados; somos la raza sentimental pero también hemos sido dueños de la fuerza. El sol no nos ha abandonado y el renacimiento es propio de nuestro árbol secular.
Desde Méjico hasta la Tierra de Fuego hay un inmenso continente en donde la antigua semilla se fecunda, y prepara en la savia vital, la futura grandeza de nuestra raza. De Europa, del universo, nos llega un vasto soplo cosmopolita que ayudará a vigorizar la selva propia. Más he ahí que del norte parten tentáculos de ferrocarriles, brazos de hierro, bocas absorbentes.»
(El Triunfo del Calibán, 1989)
Ese mismo sentimiento se traducirá años más tarde, y en el transcurso de su escritura, pero sobre todo «Cantos de vida y Esperanza». Rubén Darío presentía la fuerza de su raza, tomaba parte de la fuerza y, al igual que Bolívar y Morazán, promulgaba la unión para repeler la conquista de entes foráneos. En el poema «A Roosevelt», desmiente todos los apañamientos con que Estados Unidos pretendía engañar, y engañaba, a los cachorros del León.
«Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción;
en donde pones la bala
el porvenir pones.
No.»
(A Roosevelt, 1905)
La esperanza nacida a partir de este conocimiento, engrandecía los ideales de Darío, mantenía un haz de luz, (como toda su poesía quería ser), encendido, alumbrando la sombra y diciendo, señalando su proveniencia. Y aunque «Mañana podremos ser yanquis (y es lo más probable)». Dirá siempre, y sobre todo:
«Únanse, brillen, sacúdanse tantos vigores dispersos;
formen todos un solo haz de energía ecuménica,
Sangre de Hispania fecunda, sólidas, ínclitas razas,
muestren los dones pretéritos que fueron antaño su triunfo.
Vuelva el antigua entusiasmo, vuelva el espíritu ardiente
que regará lenguas de fuego en esa epifanía.
Juntas las testas ancianas ceñidas de líricos lauros
y las cabezas jóvenes que la alta Minerva decora,
así los manes heroicos de los primitivos abuelos,
de los egregios padres que abrieron el surco pristino,
sientan los soplos agrarios de primaverales retornos
y el amor de espigas que inició la labor triptolémica.
Un continente y otro renovando las viejas prosapias,
en espíritu unido, en espíritu y ansias y lengua,
ven llegar el momento en que habrán de cantar nuevos himnos.
La latina estirpe verá la gran alba futura:
en un trueno de música gloriosa, millones de labios
saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente,
Oriente augusto, en donde todo lo cambia y renueva
la eternidad de Dios, la actividad infinita.
Y así sea Esperanza la visión permanente en nosotros.
¡Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!»
(Salutación del optimista, 1905)
Puedo decir, entonces, en un estudio de la obra más representativa sobre la posición que Rubén Darío tenía ante la amenaza neocolonial Estadounidense, que su reacción siempre fue contraria a la invasión y dominación que, a ojos vista, los Estados Unidos promovía como campaña principal, sobre los países Latinoamericanos. Dado su cosmopolitismo, Darío buscará, según la teoría de los Historicistas Culturales, «un discurso más coherente con su posición ideológica», pues lo que él rechazaba del país del Norte era la imposición y la invasión que suponía su crecimiento. En ningún momento estuvo en contra de la pujanza Estadounidense. Es más, pretendía utilizarla para el crecimiento de las naciones que venían naciendo en América Latina. Como se puede ver en los dos poemas más representativos de ambas posturas: «A Roosevelt» y «Salutación al Águila», en el primero se ve la posición contraria, repelente que tenía contra la imposición, no pensaba que se necesitara las balas para poder conseguir el porvenir; mientras en el segundo poema invita a la potencia para un crecimiento conjunto, una enseñanza como la que hizo Prometeo con los hombres, que los sacara del atraso y traspasara la pujanza y ahínco por el crecimiento que ellostenían.
La postura que Darío muestra, entonces, es totalmente cosmopolita; quería sentar las bases de una alianza nueva entre Nuestra América y la Hispania, tomando, claro, las formas de desarrollo que Estados Unidos había adquirido con «los secretos de las labores del Norte»; quería refundar la grandeza de España y unirla al crecimiento de América Latina para formar «todos un solo haz de luz ecuménica».
Bibliografía.
Abate, Sandro; Rubén Darío y los EE. UU. Apuntes sobre Rubén Darío y los EE.UU. Revista Estudios Norteamericanos. ISSN 0717 – 3350.
Darío, Rubén (1905). Cantos de Vida y Esperanza; Austral Selección.
Darío, Rubén (1913). Historia de mis libros; Editorial Nueva Nicaragua.
Darío, Rubén (1912). Autobiografía.
Darío, Rubén(1898).EltriunfodeCalibán. www.lospobresdelatierra.org/textos/triunfodelcaliban.html.
Chittenden, Harold (2006) Tres siglos de la política expansionista e imperialista de Estados Unidos. Siglo XIX, XX y XXI.
Henkel, Andrea (2009/2010). Rubén Darío y la cultura Norteamericana. Seminario: el mediterráneo en la poesía del modernismo y del ’27.
Normand, J. F. Las ideas políticas de Rubén Darío. Revista Iberoamericana.
Selden, Raman (2001) La teoría literaria contemporánea: El nuevo historicismo y el materialismo cultura. Tercera ed.
[1] José Dolores Estrada, Presidente de Nicaragua del 20 al 27 de Agosto de 1910.
[2] José Madriz Rodríguez, Presidente de Nicaragua del 21 de Diciembre de 1909 al 20 de Agosto de 1910.
[3] Personaje de la literatura anglosajona. Según Shakespeare en su obra Las tempestades, era hijo de la bruja Sycorax y un diablo. Sycorax se refugia en una isla donde da a luz a Calibán; éste es adoptado como esclavo por Próspero quien le propina malos tratos debido a su previa intención de violar a Miranda, y poblar la isla de muchos calibanes.
[4] José Enrique Camilo Rodó, ensayista uruguayo cuya obra manifestaba el descontento por las presiones Estadounidenses a finales del siglo XVIII.
[5] Es una frase latina, uno de los primeros lemas nacionales de los Estados Unidos, que significa «De muchos, uno».